martes, 15 de julio de 2008

El Último Tren


EL ÚLTIMO TREN


Allí estaba sentada en el banco de aquel anden, veía la gente pasar como marionetas sin rumbo fijo, iban de un lado para otro, maletas de diversos tamaños les acompañaban en sus manos, igual que se encontraba ella.

Por su mente pasaban pensamientos agolpados, peleándose entre sí para saber cual sería su próximo destino. Necesitaba cambiar de ciudad, sus últimas experiencias vividas no habían sido nada buenas, un cambio de empleo y amistades la vendría bien, donde se encontraba ahora la estaba ahogando, quizás conocer gente nueva, nuevos aíres la harían resurgir de nuevo como el Ave Fénix.

A lo lejos oyó el silbato de un tren, hacia su entrada en la estación. La multitud se iba arremolinando esperando su entrada total para poder acceder a él.

Miró el luminoso de horarios de próximos trenes: Barcelona, Valladolid, Sevilla, Madrid… Madrid, sí, ahí empezaría otra vez, una ciudad grande donde nadie la reconociera al pasear por sus calles, nadie la señalaría con el dedo ni cuchichearía a sus espaldas. Dirigió su mirada al convoy que acababa de llegar y lo vio: Destino Madrid. Se apresuró a levantarse, su salida sería en cinco minutos escasos, corrió a la taquilla y compró un billete de ida, no pensaba regresar por algún tiempo al menos hasta que las cosas se calmaran y él no se atrevería a ir a buscarla, ni siquiera sabría donde estaría, ella no pensaba decírselo, ya se habían hecho bastante daño y habían roto todo tipo de comunicación, su familia tampoco le diría donde encontrarla.

Sentada en el vagón los acontecimientos anteriores se iban sucediendo, era como si delante de ella estuvieran retransmitiendo una película de su vida, puede que tuviera que ser así pues estaba dejando todo su pasado atrás, su vida anterior. Con estos pensamientos y el traqueteo del tren se quedó dormida.

Un delicado movimiento la despertó. Al abrir los ojos una voz le susurraba:

- Señorita, ya hemos llegado, debe usted abandonar el tren, ¿puedo ayudarla?- un chico alto y apuesto que había estado sentado a su lado durante todo el viaje la avisaba.

- ¡Disculpe!, me quedé profundamente dormida, ¡cuanto lo siento, que tonta!- respondió Alicia.

- No se preocupe, es normal, en un recorrido así solemos todos quedarnos un poco traspuestos, ¿la ayudo entonces?- la sonrió amablemente.

- Si, gracias, es usted muy cortes.

- No hay porque darlas, permítame que me presente mi nombre es Raúl, ¿el suyo? perdone mi intromisión pero creo que es usted de fuera, es decir, que no es madrileña, ¿me equivoco?- preguntaba Raúl un tanto curioso.

- Alicia, no, no soy madrileña, vengo aquí por una temporada- contestó nerviosa.

- No quería inquietarla, su rostro cambió de color, ¿se encuentra bien? ¿la acercó hasta algún sitio? Tengo aquí mismo el coche, en el aparcamiento de la Estación, pronto se acostumbrará a esto- dijo Raúl.

- No es nada, bueno la verdad es que tengo que buscar un Hotel donde hospedarme hasta encontrar un trabajo y algún piso que pueda alquilar, tengo algo de dinero ahorrado pero no durará mucho me temo, no conozco la ciudad, es la primera vez que vengo aquí- explicaba Alicia apenada.

- Mmmm, creo que yo puedo hacer algo al respecto con eso, de momento si no la parece mal en vez de a un Hotel la llevaré a mi casa, comparto piso con un compañero y estamos buscando inquilino para la otra habitación que nos sobra, así que con eso ya tendría un problema solucionado. ¿Qué la parece? ¿me acompaña?- una sonrisa iluminó su cara.

Normalmente Alicia no aceptaría una oferta así por las buenas, apenas conocía a Raúl, pero estaba muy confundida y además parecía un buen chico y sincero

- Trátame de tu si vamos a compartir casa, me parece bien y te doy las gracias por toda la ayuda que me estas prestando, espero recompensarte algún día por ello- alegó.

- Vamos entonces.

Mientras salían Raúl le explicaba a Alicia que se encontraban en la Estación de Atocha. Al observar la construcción que le indicaban, la muchacha podía distinguir dos edificios de distintas épocas, uno moderno y otro con una estructura que parecía más antigua que la del que ellos acababan de abandonar, el elemento de conexión de ambos inmuebles parecía ser la torre de un reloj, un lugar demasiado bonito para ser solamente una estación, pensaba la mujer. Aquello que veía en el medio, aquel cilindro, era el Monumento por las victimas del atentado que hubo en Madrid el 11 de Marzo de 2004 donde murieron tantas personas, comentó el muchacho.

Cuando llegaron a casa de Raúl, estaba allí su compañero Toni. Hicieron las presentaciones oportunas y dejaron que Alicia se acomodara en su nuevo alojamiento después de enseñarle la casa.

- Ponte cómoda y descansa, mañana Lunes te llevaré a la empresa en la que Toni y yo trabajamos, quizás necesiten alguna Secretaria o Recepcionista, puede que haya un puesto vacante para ti y poco a poco los dos te enseñaremos la ciudad para que sepas manejarte tu sola- la intentó tranquilizar Raúl.

- Gracias a ambos, no se como os agradeceré todo esto- les dijo Alicia mientras los dos chicos cerraban la puerta del dormitorio tras de sí.

- Descansa, te vendrá bien- dijeron a dúo.

Autor: Raquel Sánchez.

Relatos Jamás Contados

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