viernes, 12 de septiembre de 2008

Años de Precariedad para el Museo del Prado


AÑOS DE PRECARIEDAD PARA EL MUSEO DEL PRADO



Durante el siglo XIX y buena parte del XX, el Prado vivió una situación de cierta precariedad, pues la transición de institución privada a pública requería muchas más atenciones por parte del Estado de las que se le brindaron. Las deficientes medidas de seguridad, con una parte del personal del museo residiendo en él y montones de leña almacenados para las estufas, provocaron la alarma de algunos entendidos. Es conocido el artículo de Mariano de Cavia que informaba de un (ficticio) incendio que había arrasado el Prado. Los madrileños se acercaron al lugar alarmados, y la falsa noticia ayudó a la adopción de algunas mejoras de urgencia.


Entre las reformas más importantes, por orden cronológico, cabe citar la de Narciso Pascual y Colomer, que diseñó la basílica y el ábside del cuerpo central (1853); la de Francisco Jareño, que desmonta la cuesta por la que se accedía a la fachada norte y crea una escalera monumental, abriendo ventanas en la parte baja (1882 y 1885); en 1927, Fernando Arbós construyó dos pabellones en la parte posterior del edificio; hacia la mitad del siglo se llevó a cabo la reforma de Pedro de Muguruza, con una remodelación de la galería central y una nueva escalera para la fachada norte (que contó con bastantes críticas, ya que destruyó la espléndida escalera ideada por Jareño), con la intención de dar más luz a la zona de la cripta; Chueca Goitia y Lorente realizaron a su vez ampliaciones en las salas (1956 y 1967). La incorporación del Casón del Buen Retiro, para albergar las colecciones de pintura de los siglos XIX y XX, se decidió en 1971.


A pesar de diversas ampliaciones de alcance menor, el Prado sufría limitaciones de espacio, más graves a partir de los años 60, cuando el boom turístico disparó el número de visitantes. Poco a poco, la pinacoteca se adaptó a las nuevas exigencias técnicas; el sistema de filtraje y control del aire se instaló en los años 80, coincidiendo con la restauración de muchas pinturas de Velázquez. El tejado, construido con materiales dispares y mediante sucesivos remiendos, sufrió ocasionales goteras y no sería renovado enteramente hasta los años 90.


En 1995, un acuerdo parlamentario suscrito por los dos principales partidos, PP y PSOE, puso al museo a salvo de los vaivenes políticos y proporcionó la calma necesaria para un proceso de modernización, que incluía cambios jurídicos además de la ampliación. Ésta, tras un controvertido concurso de ideas, fue adjudicada al arquitecto Rafael Moneo, ya bien conocido en estas lides por sus trabajos en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida y el Museo Thyssen-Bornemisza.


Siguiendo el proyecto de Rafael Moneo, en 2007 se ha culminado la mayor ampliación del Museo en sus casi doscientos años de historia. Esta ampliación no ha supuesto cambios sustanciales para el Edificio Villanueva, centrándose en una ampliación hacia el claustro de los Jerónimos (el Cubo de Moneo) de forma que el museo cuente con una superficie nueva para actividades complementarias. La conexión entre ambos edificios se ha efectuado subterráneamente, aprovechando el desnivel entre los Jerónimos (calle Ruiz de Alarcón) y el Paseo del Prado. La ampliación se presentó el 27 de abril de 2007 si bien la inauguración oficial no tuvo lugar hasta medio año después, el 30 de octubre de 2007, con una selección de la colección de pintura española del siglo XIX, que había permanecido almacenada unos once años.


Hoy, más de doce años después, el nuevo edificio concebido por el arquitecto Rafael Moneo en torno al claustro de Los Jerónimos y vinculado de una forma espectacular e ingeniosa al edificio de Villanueva, abre definitivamente sus puertas y sus instalaciones al servicio de los visitantes.


Fotos: - Museo Nacional del Prado.


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